Siendo nieta de pianistas, mi vida estuvo rodeada siempre de música. Mi abuelo José María (Don Chema, "pa los compas") fue uno de los iniciadores, junto con Ernesto Talavera, del Departamento de Música de Bellas Artes, institución en la cual conoció a mi abuela (Doña Lolita) al impartir clases de piano.
Mis estudios musicales empezaron en una pequeña orquesta semi familiar, dirigida por mi tía Lupita. Ahí tocábamos mis primos, mi hermana, varios alumnos de mi tía y yo. Estando ahí me seleccionaron para formar parte de una orquesta infantil que se reunía cada año para hacer una gira a nivel nacional. Asistí a ese encuentro dos años consecutivos. Después ingresé al Centro de Estudios Musicales, un sistema de orquesta/escuela que se encarga de formar a los niños en la música orquestal. Estuve ahí hasta que entré a estudiar la licenciatura en música en el Conservatorio de Música de mi ciudad. Toda mi formación musical estuvo llena de risas, convivencia, diversión y buena compañía.
Un año después de haber ingresado al programa propedéutico de la licenciatura en música, fui invitada a formar parte de la Orquesta Filarmónica del Estado, y estando ahí comencé a notar la facilidad con que los instrumentistas que habían tenido una formación musical temprana, contaban con mayores oportunidades antes de terminar la carrera, o incluso sin haberla comenzado siquiera, y comprendí la importancia de apoyar estos proyectos y buscar estrategias para difundir el arte y hacerlo accesible y divertido para los pequeños.
Terminé mi carrera como violinista hace más de cuatro años y actualmente curso la Maestría en Educación en el Tecnológico de Monterrey. Continúo trabajando en la Orquesta Filarmónica del Estado, colaboro con proyectos de rescate y difusión de la música tradicional latinoamericana, practico capoeira y tengo tres perros que son parte de mi familia.
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